Las apretadas jornadas de trabajado en un mundo cada vez más competitivo, la inseguridad en un mundo en permanente cambio, las limitaciones presupuestarias de las personas que “no llegan a final de mes”, las prisas y los muchos quehaceres impuestos por el alto nivel de competitividad en un mundo globalizado, son sólo algunas de las múltiples causas que irremediablemente nos conducen al estrés crónico y permanente que sufrimos a diario en este nuevo siglo XXI.
Tan dañino es este tipo de estrés para las salud y en particular para el sistema inmunológico que se le puede catalogar como uno de los perores “virus” para nuestras defensas y por ello causante de múltiples enfermedades relacionadas con la inmunidad precipitando la aparición de trastornos banales, como infecciones catarrales, de gripe, o incluso infecciones más graves o dar paso a la aparición de tumores malignos.
Sin embargo, hemos de puntualizar, que la respuesta puntual a los imprevistos de la vida en el mundo cambiante en el que vivimos no es mala para la salud ni el sistema inmunológico. De hecho nos puede salvar la vida en situaciones de peligro, por ejemplo.
En este capítulo analizaremos cómo el estrés prolongado afecta seriamente al sistema inmune, pero que por el contrario el estrés de “tipo puntual” y en respuesta a una situación de emergencia concreta, no es perjudicial e incluso es necesario para el mantenimiento de la vida.
El estrés ocasional beneficia la salud y la inmunidad
El estrés que nos permite una rápida huida ante un peligro como ver derrumbarse un edificio, o la pronta respuesta a una situación inesperada en la conducción de un vehículo, no es malo e incluso a esa pronta respuesta le debemos que salga os ilesos del problema.
Efectivamente este tipo de estrés puntual beneficia la salud sin perjudicar al sistema inmune hasta tal punto que sin él la especie humana no hubiese podido evolucionar en la forma que lo ha hecho.
El estrés puntual es considerado como una reacción no específica del organismo ante cualquier situación compleja, de miedo o de peligro, que se presenta de manera concreta. Por tanto es normal y hasta necesario que los mamíferos superiores puedan tener una respuesta rápida cuando detecten una situación peligrosa para su vida. Es una manera de sobrevivir que históricamente tenía dos modalidades de enfrentarse a algún problema: la huida o la lucha. En ambos casos el organismo sufre cambios rápidos e importantes para llevar a cabo su propósito.
Esta reacción del organismo humano, que es la respuesta de adaptación al entorno cambiante, activa una serie de reacciones neuroquímicas, endocrinas e inmunológicas que repercuten positivamente sobre la salud y la enfermedad.
Podemos decir que cada vez que el cerebro de una persona percibe una situación desagradable y tensa, lo interpreta como un impedimento para su supervivencia y genera señales que lo preparan para combatir ese peligro.
Estas señales viajan desde la corteza cerebral a la periferia por dos vías principales. Una es el sistema nervioso autónomo simpático y la otras sigue el eje hipotálamo, hipófisis y llega a las suprarrenales que es donde está la última central de alarma. Ambos interaccionan entre sí de tal manera que el organismo responde de manera coordinada (Figura).
A los pocos segundos del estímulo estresante se activa el sistema nervioso simpático estimulando la liberación de adrenalina en la medula suprarrenal y nor-adrenalina en las terminaciones nerviosas adrenérgicas de los nervios del sistema simpático.
La otra vía que se pone en marcha de forma más lenta, es el eje hipotálamo-hipófisis- adrenal. El cerebro estresado activa al hipotálamo que a su vez activa la hipófisis que produce hormona adrenocorticotropa (ACTH) que a su vez actúa sobre las suprarrenales que como consecuencia aceleran la producción de cortisol que se hace evidente pasados unos 20 minutos.
En suma debido a los dos estímulos las suprarrenales producen dos hormonas de capital importancia, son la adrenalina y el cortisol, ahora bien a diferentes tiempos. En segundos se elevan los niveles de adrenalina y pasados unos 20 minutos se hacen evidentes los aumentos de cortisol.
Funciones de la adrenalina
La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca y respiratoria1, aparece sudor frío en manos, se dilatan las pupilas para ver mejor y se redirige el flujo sanguíneo hacia los músculos para aportar combustible que ayude a realizar el trabajo que se requiere en la lucha o en la huida. Además esta hormona aumenta a través de su acción sobre el hígado y músculos, la concentración de glucosa en la sangre.
Al mismo tiempo la adrenalina tiene la capacidad de movilizar las células del sistema inmune por todo el organismo a través del torrente circulatorio sacándolas de los tejidos a los que estaban fijadas y además porque pierden adherencia a los vasos. Con ello facilita su acción de “patrulla y vigilancia“ por todo el órganos y por tanto de defensa. Esto se produce sobre todo en neutrófilos, por lo que se piensa que este tipo de estrés agudo puede ejercer una acción beneficiosa de tipo transitorio sobre en la reactivación de la respuesta inmediata del sistema inmune que como sabemos es de especial importancia en la defensa frente a bacterias.
Funciones del cortisol
Por otra parte el cortisol colabora aumentando los niveles de azúcar en la sangre activando su salida de los depósitos en los tejidos, lo cual ayuda en esa situación de peligro. Por contra el organismo paraliza otras funciones que no son sustanciales en ese momento de emergencia, como es por ejemplo la motilidad intestinal o la actividad del sistema inmune.
En el bloqueo transitorio de las defensas inmunológicas, el cortisol tiene un claro efecto, pero es tipo transitorio y corto en el tiempo, no producen daño alguno al sistema inmunológico ni al organismo. Incluso el cortisol producido podría beneficiar al organismo debido a acción anti-inflamatoria que posee, sobre todo en personas mayores (Figura).
En su conjunto ante una situación alarma concreta se puede interpretar que el individuo da prioridad a la defensa vital y personal para sobrevivir. Esto hace que los requerimientos energéticos se dirijan a la musculatura cardiaca y de los miembros, antes que al sistema inmune en su lucha frente a virus y bacterias pero es importante señalar que cuando cesa el agente externo causante del estrés agudo, el organismo regresa a su estado de equilibrio original y de plena operatividad del sistema inmune. Igualmente ocurre con el aparato digestivo, que transitoriamente paraliza sus movimientos peristálticos.
El estrés permanente perjudica la salud y las defensas
Cada vez mayor número de personas se quejan de que presentan opresión en el pecho, palpitaciones, dificultad para respirar, sequedad en la boca, temblor corporal, tensión muscular, fatiga, dificultad para concentrarte, cambios de humor, tics nerviosos, problemas sexuales y así un largo etc. Todos ellos son los síntomas a los que están sometidas todas las personas cuándo viven bajo un estado de estrés crónico. A ello se tiene que poner remedio porque no es bueno para la salud ni para nuestras defensas.
Originariamente en la historia de la humanidad, el estrés era una reacción frente a un peligro generalmente físico, pero hoy tiene que ver más que con aspectos físicos, con situaciones ambientales o emocionales que actúan de manera continuada. Estas situaciones abocan a conflictos de ansiedad, angustia, problemas de concentración o de pérdida de memoria etc. Todo con el agravante de que permanecen en el tiempo y como consecuencia terminan abocando en alteraciones psicológicas profundas, como depresión. Esto hace que las personas afectadas llegan a disminuir la actividad y la pérdida de interés por las tareas diarias.
Por otra parte el estrés crónico abre las puertas del organismo a infecciones e incluso facilita que las personas estresadas desarrollen ciertos cánceres con más frecuencia que lo hacen las personas no estresadas. Esto se debe al deterioro que produce este tipo de estrés al sistema inmunológico y que estudiaremos con detalle en este capítulo.
Todo esto pudo ser demostrado a principios del siglo pasado cuando Hans Seley, observó que existía una estrecha conexión entre situaciones de alto grado de preocupaciones y tensiones emocionales con un deterioro de las defensas que justifica, como venimos diciendo, que las personas estresadas sean mucho más susceptibles a infecciones, canceres y enfermedades degenerativas. La inmuno- deficiencia que produce es tal que muchas personas asocian este deterioro inmune con el que se produce el virus del SIDA (VIH)cuando infecta a una persona, por lo que se le ha llamado también “SIDA psicótico” (Figura ).
Debido a estos efectos negativos, no es de extrañar que hoy los psicólogos y psiquiatras piensen que el estrés crónico es ya una de las mayores pandemias (psicológica) del siglo XXI. Además, se piensa, que pronto se convertiría en la segunda causa de invalidez si no se pone remedio a tiempo.
¿De qué forma el estrés crónico afecta al sistema inmune?
Es conocido como el estrés crónico da lugar a la secreción de las hormonas adrenalina y cortisol por las glándulas suprarrenales de manera permanente y continuada, no puntual y en ciertos cosos como ocurre con el estrés agudo (el bueno). Es precisamente esta continuidad (cronicidad) lo que hace al estrés crónico que sea letal para el sistema inmunológico.
Esta sobreexposición en el tiempo de las hormonas cortisol y adrenalina, es lo que terminan por dañar seriamente al sistema inmunológico. Un ejemplo claro y muy conocido por todo el mundo es la aparición de Herpes zoster o culebrina que con cierta frecuencia aparece en estados de ansiedad después de un conflicto emocional continuado (Figura 5).
Acción del cortisol
El cortisol y sus derivados poseen una fuerte capacidad de adormilar al sistema inmune. Precisamente por ejemplo para evitar el rechazo de los trasplantas se médica a los pacientes con corticoesterorna para neutralizar al sistema inmune y así evitar su rechazo.
Si se administra una dosis de glucocorticoides no muy grande se produce una disminución de la concentración de linfocitos en sangre y también un deterioro de su capacidad funcional. No así ocurre con los neutrófilos, que como hemos comentado en el estrés agudo, aumentan en sangre e incluso se ve fortalecida su capacidad fagocítica (Tabla).
Para su acción los glucocorticoides se unen a sus receptores presentes en el interior de las células inmunocompetentes, ya que por su carácter liposoluble penetra por simple difusión en las células a través de su membrana. De esta manera llega incluso hasta el núcleo donde se unen a secuencias DNA específicas de regiones promotoras de genes sensibles a los glucocorticoides. Así intervienen regulando la expresión de muchos genes implicados en la respuesta inmune, sobre todo aquellos encargados de la producción de citocinas, tan importantes para el buen funcionamiento del sistema inmune.
En consecuencia se produce un deterioro funcional de los linfocitos T y NK y en menor grado en los linfocitos B.
Los glucocorticoides inhiben la producción de Il-1 y de factor de necrosis tumoral (TNF) de manera muy importante, de ahí su efecto antinflamatorio por bloqueo de monocitos y macrófagos y la consecuente disminución de las citocinas proinflamatorias (Il-1 y TNF) antes referidas. Este efecto anti inflamatorio también se debe a la reducción de la producción de ciertas prostaglandinas y de óxido nítrico (NO) pro-oxidante. Es llamativo como no inhiben la función de fagocitosis de los neutrófilos. También inhiben la producción de IL-2 con lo que se afectan la diferenciación y proliferación de los linfocitos T. También lo glucocorticoides inducen la formación de endonucleasas con lo cual se produce muerte celular (apoptosis) de muchos linfocitos y producen una profunda atrofia del timo, que como sabemos el uno de los órganos rectores del sistema inmune.Esto ya pudo ser demostrado por Hans Seley, médico austrohúngaro en el siglo XVIII, que ratones sometidos a estrés prolongado presentaban timos mucho más pequeños que aquellos que no estaban estresados. Este efecto del estrés sobre el timo es especialmente importante en niños, cuyo timo se encuentra endesarrollo, por lo que deben de encontrarse libres de estrés porque de lo contrariose afectaría el timo de por vida (Figura 6).
Acción de la adrenalina
La noradrenalina, a través de receptores β presentes en los linfocitos, induce una disminuye la producción de anticuerpos o la actividad de linfocitos citotóxicos (CTL) aunque no cambian sustancialmente el número de leucocitos en sangre.
Por otra parte, en una primera fase la liberación de epinefrina probablemente sirve para reclutar selectivamente las células efectoras citotóxicas como la primera línea de defensa contra los patógenos, tal como hemos indicado en el estrés agudo. Esto permite la vigilancia eficiente de los tejidos y la acumulación rápida en sitios de lesión y la infección, pero esto no es el caso del estrés crónico porque en el mismo se agotan pronto los reservorios células en los tejidos donde se almacena normalmente, como es el bazo.
Psiconeuroinmunología
Todos los fenómenos anteriormente descritos de como el estrés afecta al sistema inmune a través de ciertos cambios hormonales, se explica por la unión funcional entre sistemas nervioso, endocrino e inmune. Efectivamente hoy día se sabe que el sistema nervioso central (SNC) desempeña un papel importante en la regulación del sistema inmunológico y a su vez el sistema inmunológico actúa interviniendo en la función del sistema nervioso central. (Figura)
Las bases científicas necesarias para comprender los mecanismos por los cuales estas interrelaciones son posibles fueron sentadas por las investigaciones de HANS SEYLE, ya mencionado al principio de este capítulo. Este médico checo y sus colaboradores demostraron que el hipotálamo y la hipófisis juegan un papel crucial al controlar la liberación de las hormonas durante el estrés, particularmente los glucocorticoides, los cuales modulan la función inmune. De igual manera, los productos del sistema inmune modulan el funcionamiento endocrino. La hormona de crecimiento y la prolactina estimulan la maduración y diferenciación de los timocitos. En pacientes a los que se les ha extirpado la hipófisis quiméricamente, se produce hipoplasia del timo e inmunodeficiencia severa.
La Psiconeuroinmunología (PNI) ha estudiado la relación entre el sistema nervioso y el sistema inmune. Recientemente con los avances de la medicina experimental, han podido ser estudiados dichos sistemas, precisamente a partir de la descripción de los efectos del estrés sobre la inmunidad. También recíprocamente el comportamiento del SNC se ve afectado por el sistema inmune cuando responde al ataque del organismo por virus, hongos o bacterias.
Las amplias conexiones funcionales entre los dos partes del sistema nervioso (el central y el neurovegetativo o autónomo) con el sistema endocrino (formado por la unidad funcional establecida entre hipotálamo, hipófisis y glándulas endocrinas: tiroides, páncreas, suprarrenales, etc. con sus correspondientes hormonas) constituyen lo que se entiende, en su conjunto como sistema neuroendocrino.
Como resultado del intento por explicar dichas interrelaciones, ha nacido una nueva disciplina, la Psico-neuro-inmuno-endocrinología (PNIE).
Resumen
El estrés como reacción espontánea y transitoria de defensa, es positivo, pero si se presenta de manera continuada y crónica, es perjudicial para la salud y para la inmunidad.
Cuando el individuo afronta una situación de peligro, éste es procesado por una vía neuroendocrina, de tal manera que por una parte se produce hormona adrenocorticotropa (ACTH) que a su vez estimula las glándulas suprarrenales para a producir glucocorticoides, como el cortisol. Mientras que por otra parte el sistema nervioso simpático, actuando a través de los nervios esplénicos que llegan a la médula suprarrenal, estimula la liberación de adrenalina.
Ambas hormonas cuando se producen de manera puntual no nos verdaderamente perjudiciales para la personas, en realidad le pueden salvar la vida. Ahora bien cuando es de manera continuada y por lo general en cantidades elevadas afectan profundamente al sistema inmune lo que hace a las personas más susceptibles a infecciones y cáncer.