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Deporte y Sistema Inmune

En la actualidad vivimos más años que hace tan solo varias décadas, sobre todo en los países desarrollados. Esto es la consecuencia de que disfrutamos de importantes adelantos sanitarios, mejores condiciones higiénicas y en general se dispone de un nivel de vida a nivel económico y cultural muy superior al que disfrutaron nuestros antepasados más inmediatos.La esperanza de vida al nacer ha pasado de unos 40  años a principios del siglo pasado (XX) a 81 en la actualidad.

 

Nuevas formas de vida 

Siempre ha habido centenarios, pero en el pasado eran muy pocos en relación con los de ahora. Sin embargo, muchas de las personas que llegan a la vejez lo hacen con una calidad de vida que no siempre es buena a pesar del enorme apoyo y capacidad curativa  de nuestros sistemas sanitarios modernos.

Podemos decir que nuestra longevidad se alargará pero  no estará libre de   enfermedades  e incluso cabe el peligro de que se reduzca en el futuro. Esto se debe a que se están desarrollando  nuevos hábitos que pueden ser perjudiciales para el sistema inmune al no ajustarse a  los  requerimientos de nuestro cuerpo ni a los condicionantes evolutivos de la especie humana hasta el punto de que la ciencia y  la medicina de nuestro siglo no puedan remediar. 

 

El sedentarismo daña al sistema inmune

Estamos hablando, sobre todo, de  la falta de ejercicio (sedentarismo), alto nivel de estrés y dietas rápidas e inadecuadas. Son auténticas plagas de nuestro tiempo que aunque, es cierto, que en muchos casos la medicina consigue neutralizar, no es menos cierto que son causa de muchas enferemdades que podríamos evitar. Federico Mayor Zaragoza suele decir que “muchos viven más pero pendientes y supeditados a un andamiaje de limitaciones terapéuticas o post quirúrgicas”. Efectivamente de alguna manera el bienestar de las personas, sobre todo mayores,  se encuentra seriamente afectado por las consecuencias de muchas terapias médicas, muy agresivas en ciertos casos,  por las limitaciones posteriores de pasar por el quirófano o incluso por las consecuencias de un envejecimiento acelerado debido a malos hábitos de vida durante la juventud. nn

De entre los “azotes” arriba indicados, analizaremos el principal de ellos: el sedentarismo de nuestra sociedad. Esto tiene graves consecuencias para las personas porque nuestra base genética se basa en el ejercicio y trabajo para mantener la vida. La expansión industrial y el desarrollo tecnológico en los últimos siglos, han hecho que el ejercicio físico se haya reducido drásticamente en las diversas ocupaciones y actividades laborales más usuales. Como consecuencia la salud y el sistema inmune de las personas se encuentran muy deteriorados, debido al abandono de las tareas y trabajos que tradicionalmente requerirían esfuerzo físico.

 


Pensemos por ejemplo en la caza y la agricultura del homo sapiens de Atapuerca. Esto sólo puede traer consecuencias nefastas para la salud y para las defensas en particular. Esta falta de ejercicio es la causa de un daño que impacta  en el sistema inmune dificultando su función defensiva frente a infecciones, tumores e incluso de forma indirecta en otras muchas enfermedades que tiene de común procesos inflamatorios.  

 

Sedentarismo versus Actividad Física

Es pues necesario compensar el sedentarismo con ejercicio para evitar los males de la inactividad física.  Precisamente esto es lo que justifica esta asignatura puesto que aunque está demostrado que el  ejercicio físico conduce a un fortalecimiento de la salud y del sistema inmune, debemos de conocer qué tipos de ejercicio son más adecuados en cada una de las edades, cómo actúan sobre los diferentes componentes de nuestras defensas, etc. Por ello consideramos que esta asignatura es de extraordinario interés para todos  y muy especialmente para aquellos que están  relacionados con  las áreas Médicas, Fisioterapia  o del  Deportes. 

Antes de seguir, veamos lo que ocurre cuando no se realiza actividad física por las personas con hábitos sedentarios sedentarias,  desgraciadamente cada vez más numerosas.

Está comprobado que el sedentarismo se relaciona estrechamente con la mayoría de las causas de mortalidad, morbilidad y discapacidad que sufre la humanidad. El sedentarismo es considerado como el segundo factor de riesgo más importante de una mala salud, después del tabaquismo. 

El sedentarismo duplica el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II, obesidad, cáncer, osteoporosis, infecciones, cáncer de mama y colon y así mismo, aumenta la posibilidad de sufrir incluso enfermedades de tipo autoinmune y degenerativo, como es el Parkinson.  

 

Sedentarismo y fracaso inmune

Es llamativo como la mayoría de estas enfermedades están asociadas a un defecto funcional del sistema inmune. Así  las muertes asociadas a infecciones se deben a un fracaso del sistema inmunológico, al no realizar adecuadamente su función de vigilancia y en las enfermedades autoinmunes a una seria distorsión del trabajo que  debe de realizar de reconocimiento de lo propio. 

A estas alteraciones hemos de unir también las enfermedades degenerativas en cuya etiología subyacen problemas inmunes de base inflamatoria.  Es por ello que es gran interés en la actualidad realizar ejercicio para fortalecer las defensas si queremos vivir mejor y durante más tiempo. 

De hecho, hoy en día en el mundo desarrollado, sólo los humanos pueden nutrirse sin realizar esfuerzos ni trabajo. Por contra, todas las especies de animales necesitan realizar esfuerzos físicos  para nutrirse. Las golondrinas tienen que volar para cazar insectos, el león tiene que correr para cazar la presa, etc. La inactividad física de los humanos de nuestro tiempo sólo puede ser compensada con la realización de deporte programado formando parte de lo que se denomina hábitos vida saludable. 

El ejercicio es la única herramienta compensatoria para el sistema inmune frente al sedentarismo por partida doble.  Por un lado aparta los efectos perjudiciales  de la inactividad física sobre las defensas y por otro el  ejercicio aporta benéficos directos al sistema inmune. Ahora bien hay muchos tipos de ejercicio y no todos tienen los mismos efectos sobre el sistema inmune. Por ello en esta asignatura  nos referiremos al ejercicio catalogado en tres niveles: bajo, medio y alto basando  en el  criterio de  intensidad del esfuerzo considerando la  concentración de lactato en sangre, la absorción máxima de oxígeno (VO2max) y la frecuencia cardíaca máxima (FCmax) que son  los parámetros fisiológicos más comúnmente utilizados en los para hacer referencia a la intensidad del esfuerzo. Así, nos referiremos a ejercicio suave, moderado y alto cuando se realizan respectivamente entre  20 y  50% del VO2max y FCmax,  entre 50 y 70% del VO2max y FCmax y  por  encima del 80% del VO2max y FCmax. 

 

Objetivos de la asignatura

En los siguientes capítulos trataremos sobre los mecanismos por los cuales el ejercicio contribuye a revertir los efectos negativos del sedentarismo sobre el sistema inmunológico, que es nuestro guardián. Todo ello siempre que el ejercicio se realice de forma moderada y constante porque de lo contrario puede tener efectos negativos, incluso peores que si no se practica. Y es que aunque existe consenso de que el buen funcionamiento de nuestras defensas están condicionadas en un 25% por la genética de cada persona, hemos de saber que podemos influir en el 75% restante en base a la práctica de hábitos de vida saludables como el ejercicio, que es probablemente el más importante.

 

 

 

 

Resumen final 

Por otra parte podemos anticipar que el ejercicio moderado es el más adecuado  para fortalecer al sistema inmune. El que ejercicio intenso o de élite puede no serlo por el estrés psíquico y físico que lo acompaña, pero esta cara perjudicial puede convertirse en  saludable en el caso de que sea realizado de manera “programada y regulada”  y sobre todo dirigido por especialistas del deporte o fisioterapeutas  para evitar precisamente los daños colaterales.  

Analizaremos en capítulos diferentes el contenido de esta asignatura. Así el capítulo 2 tratará sobre “Los beneficios de la actividad física  moderada sobre el sistema inmune”, el capítulo 3 sobre los “Efectos de la actividad física  intensa sobre el sistema inmune “ y el capítulo 4  sobre “Actividad física como medio terapéutico”.