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Deporte como terapia inmune

Hoy en día ya tenemos muchas evidencias basadas en la expendía diaria y en estudios científicos que abalan que ejercicio moderado es beneficioso  previniendo muchas enfermedades o incluso contribuyendo a mitigar su efectos deletéreos  si ya se han establecido. Ya Platón en la antigua Grecia hace más de 20 siglos, decía “La falta de actividad destruye la buena condición de todo ser humano, mientras que el movimiento y el ejercicio físico metódico lo conserva”

Sin embargo, no sabemos muy bien cómo se produce este efecto terapéutico  a pesar de los miles trabajos que sobre este tema se han publicado. Esto es lo que analizaremos en este capítulo pero adelantamos que    la actividad física actúa fortaleciendo el sistema inmune que nos protege frente a ciertas enfermedades de dos formas complementarias. Por una  parte mejorando la salud  de las personas que lo practica  lo que hace que indirectamente se beneficie el  sistema inmune y por otra que actúe directamente sobre las defensas. 

Los procesos patológicos que más se benefician del ejercicio son infecciosas, tumores y enfermedades de tipo  autoinmune. Una prueba directa de ello es que la práctica de ejercicio se asocia a una disminución en incidencia de esas enfermedades. Estas patologías están relacionadas con una disfunción del sistema inmune, lo que apunta de forma evidente a que la práctica de ejercicio mejora la acción defensiva de nuestro sistema inmune, que como sabemos es nuestro fiel protector  y guardián  interno. 

Esto no significa que sea necesario correr un maratón o levantar pesas a diario. El objetivo es mantenerse activo haciendo lo que se disfruta como parte de la  rutina diaria de cada uno de nosotros: jardinería, bailar, jugar tenis o caminar con amigos, trabajar en un  huerto, etc.

Un claro ejemplo lo tenemos en la baja incidencia de enfermedades arriba indicadas en las personas que viven en las llamadas Zonas Azules donde sus habitantes en ningún momento dejan de trabajar sus tierras y  talleres o incluso haciendo deporte moderado.

En este capítulo analizaremos los posibles mecanismos por los cuales la Actividad Física actúa como medio terapéutico, preventivo o curativo, frente a enfermedades producidas como consecuencia de la alteración  de las defensas,  como son:

1. Enfermedades crónicas en cuya etiología subyace una disfunción del sistema inmune causante de inflamación crónica, como son las  enfermedades autoinmunes o  

2. Patologías relacionadas con la incapacidad del sistema inmune para defendernos, como es el caso de  las infecciones y del cáncer. 

3. Además veremos el impacto que la actividad fascia tiene sobre el  sistema inmune de mayores (inmunosenescencia) por su interés aunque en verdad se trata de la consecuencia más fisiológica que patológica propia del envejecimiento.

 

Actividad física y enfermedades inflamatorias

La actividad  física moderada se ha identificado como un recurso  protector frente a  las enfermedades crónicas de base inflamatoria, entre las  destacan la diabetes, la obesidad, la arterioesclerosis, artritis reumatoide, esclerosis múltiple y un largo etcétera.  Todas ellas se caracterizan por ser, precisamente,  patologías  que aparecen con más frecuencia  en las personas mayores, muy probablemente debido al deterioro que sufre el sistema inmune en estas personas. 

En todas ellas las patologías enumeradas  el recurso básico terapéutico más utilizado son los antiinflamatorios. Precisamente en ello estriba la importancia del ejercicio como medo terapéutico  debido a su acción  antiinflamatoria cuando se realiza de manera regular y moderada.

Efectivamente la contracción muscular derivada del trabajo físico, estimula la producción de mediadores químicos equivalentes a las  citocinas, pero en este caso conocidas como “miocinas” que  no solamente ejercen su acción en el mismo tejido donde se producen sino que también pueden actuar a distancia debido a su  trasporte  a través del torrente sanguíneo. 

La principal miocina liberada por el músculo, es la Interleucina 6 (IL-6). Su concentración aumenta de forma exponencial tras el ejercicio, aunque pasado un tiempo vuelve a los valores normales.  Las funciones de la IL-6 son múltiples,  pero en las concentraciones producidas durante el ejercicio moderado su acción predominante es antinflamatoria (Steensberg, 2003) por su capacidad de inhibir la producción  de TNF alfa, de la citocina proinflamatoria, IL-1 y por el contrario incrementar en la producción de la citocina antiinflamatoria, IL-10. 

Además posee la capacidad de activar la lipolisis y oxidación de grasas, evitando así los problemas de obesidad, modular la liberación de glucosa por el hígado y aumenta la  sensibilidad a la insulina y a la absorción de glucosa por el músculo. Los efectos antiinflamatorios del ejercicio regular pueden estar mediados también por reducción de la masa grasa visceral que propicia el ejercicio con lo que evita que estos adipocitos liberen adipociras que tiene una acción proinflamatoria y no deseable.

El ejercicio físico practicado de forma regular y frecuente no solo aumentar la sensación de bienestar,   disminuye el estrés mental, disminuye la grasa corporal sino que estimula el sistema inmunológico que con su acción anti-inflamatoria tiene un efecto claro preventivo de  las enferemdades de base inflamatoria arriba indicadas. 

Es pues el ejercicio una herramienta de gran importancia  tanto preventiva como  terapéutica  válida en todas las personas independientemente de su edad. En cierta medida la actividad física moderada es la terapia más fácil de hacer, más económica y de contrastada  eficiencia contrarrestando los males derivados del sedentarismo y de la edad.

 

Actividad física y cáncer 

Es conocido como el cáncer lo constituyen grupos celulares que  crecen descontroladamente y a gran celeridad  sin sujetarse a las reglas de control del organismo. Debido a que las células cancerosas poseen marcadores específicos, son identificadas como atípicas por el sistema inmune y por tanto objeto de ser destruidas por el mismo. Esto significa que la presencia de un cáncer clínicamente evidente denota que el sistema inmune ha fracasado  en identificar y destruir las células cancerosas a pesar de ser extrañas, desde el primer momento que se malignizaron. Este tema no es baladí, pues las últimas estadísticas hechas en los países desarrollados como España indican que el cáncer es una de las casus más frecuentes de muerte  y que uno de cada tres varones y una de cada cuatro mujeres  padecerán cáncer a lo largo de su vida. 

Esta idea de la acción vigilante del sistema inmune impidiendo la malignización tumoral, se  conocía desde hace mucho tiempo pero las evidencias definitivas se han obtenido en los últimos años. Efectivamente, el hecho de que muchos tumores pueden ser tratados y curados utilizando la inmunología como herramienta, abre una gran ventana de esperanza. Hasta tal punto esto es así y ha tenido tanto  impacto en la Medicina Oncológica,  que este hecho ha sido considerado como uno de los  descubrimientos más relevantes en la ciencia moderna en el año 2014. 

Así, hoy ya se acepta plenamente  que  el fortalecimiento  que ejerzamos sobre el sistema inmune, a través del ejercicio  moderado y regular,  repercute de manera directa  en la  prevención y en la aparición de cánceres. Además el ejercicio contribuye a mejorar las condiciones de salud de las personas portadoras de cáncer por su acción sobre el metabolismo de las grasas, su acción antiinflamatoria y neutralizando frente al estrés. 

Todo esto que venimos diciendo, explica el hecho de que,  se observe un menor número de personas portadoras de cánceres precisamente entre aquellas que practican el ejercicio moderado de manera regular. Esta acción beneficiosa de las defensas frente al cáncer se debe fundamentalmente al aumento del número y actividad de las células NK del sistema inmune. Además el deporte favorece la formación de nuevos linfocitos T en el timo, muy atrofiado en personas mayores, lo cual es especialmente beneficioso en ellas  mayores porque como sabemos son las más sucesibles a desarrollar canceres. 

Por otra parte el ejercicio físico contribuye de manera notoria a un aumento de sensación de bienestar en los pacientes con cáncer como se describe en diversos estudios. Así mismo los oncólogos ha observado que los pacientes con cáncer sometidos a un entrenamiento aeróbico experimentaban una clara reducción frente a la fatiga y podían  realizar  actividades normales durante la vida diaria sin limitaciones.

 

Actividad física e infecciones

Es especialmente notoria la observación de que las personas sedentarias sufren un mayor número de infecciones, mientras que aquellas que realizan ejercicio moderado, las sufren en menor grado. Estos beneficios son especialmente significativos en personas mayores, que como sabemos son más vulnerables frene a los microbios.  

Estos datos han podido ser cuantificados en diferentes trabajos donde se han analizado el número de infecciones respiratorias en un gran número de  personas, al mismo tiempo que se estudió el estado funcional del sistema inmune. La conclusión de estas publicaciones, entre los que destacan las de Nieman (Nieman, 1995), es que las personas que realizan ejercicio moderado y continuo, presentan menor número de infecciones, debido a que en ellas el sistema inmune se encuentra fortalecido, de lo que también presenta muestras.  

Esta acción protectora preventiva e incluso coadyuvante de las terapias, es mucho más evidente en infecciones cuyos gérmenes, por ejemplo el virus del SIDA (VIH) que se desarrolla  produciendo una inmunosupresión que el ejercicio puede compensar en cierta manera.  De ahí su recomendación en el seguimiento de estos pacientes.  Algo muy similar en los que el ejercicio es claramente beneficiosos es en la prevención de infecciones por virus oportunista como son  el citomegalovirus, tan frecuenté en la tercera edad, o el virus del herpes simple  que se manifiestan precozmente cuando hay una “bajada temporal de defensas” como ocurre en personas que sufren estrés de manera transitoria. 

Además se han publicados muchos datos y evidencias de que las personas que realizan ejercicio moderado sufren infecciones como menor severidad que aquellas que no lo realizan. Al mismo tiempo también se ha evidenciado que la eficiencia protectora de las vacunas, por ejemplo de la gripe, es mucho mayor en aquellas en estas personas. 

Por otra parte cuando el ejercicio es muy intenso, se observa un mayor número de episodios respiratorios asociados a infecciones bien por situaciones mecánicas (mayor flujo de aires en pulmones, etc.)  o por una distorsión provocada en el sistema inmune si no se realiza bien “coordinada y dirigida” con el suficiente control.

 

Actividad Física e Inmunosenescencia 

El sistema inmunitario sufre un progresivo  deterioro a partir de los 25 años,  que se hace especialmente intenso en la vejez, al igual que ocurre con el resto de otros órganos y funciones del organismo. 

A este proceso se le conoce como Inmunosenescencia y aunque no es una enfermedad sino un proceso fisiológico lo trataremos en este capítulo por ser causa importante de una mayor probabilidad  a padecer  infecciosas, cánceres y enfermedades crónicas de tipo inflamatorio que como sabemos son propias sobre todo de la tercera edad. 

Es ampliamente conocido como las personas mayores son más susceptibles a padecer infecciones que los jóvenes. Por ejemplo en  el caso de la gripe vemos que la  vacuna previene entre el 70 y el 90 % de su contagio  en sujetos menores de 65 años que se han vacunado,  mientras que en mayores de  65 años es de tan solo un 35 a 40 %. 

Ante este panorama el ejercicio moderado, que como hemos visto en capítulos anteriores,  posee un efecto fortalecedor del sistema debe de poseer una clara acción beneficiosa  contrarrestando el declive del sistema inmune  en mayores.

 

¿En qué consiste la inmunosenescencia?

En la inmunosenescencia el proceso de deterioro del sistema puede ser muy variado en intensidad y forma dependiente  de muy muchos y diferentes  factores como genética de cada persona, estilo de vida durante su juventud y madurez y obesidad, entre otros. El hecho concreto es que pasados los 50 años se producen cambios importantes en los niveles de hormonas, como hormona de crecimiento y  melatonina, en ciertas citocinas como la IL-7 y defecto de los sistemas antioxidativos del individuo y una clara tendencia proinflamatoria debido a una estimulación inespecífica del sistema inmune con la edad. Esto afecta seriamente  a las células inmunocompetentes e  incluso se produce una atrofia de órganos primarios del sistema inmune.

Considerando el perfil de estos defectos propios de la inmunosenescencia como consecuencia de una tendencia la inflamación, cierta incapacidad en la antioxidante el ejercicio físico es claramente un complemento por sus efectos antioxidantes, antiinflamatorios, facilitadoras de la liberación de ciertas hormonas favorecedoras de la inmunidad. Eso si se quiere aprovechar de los  beneficios preventivos del deporte  debe de realizarse  en edades más de la vida antes que la enfermedad descubra una mala cara.  

Debido a alto grado de perjuicio de la inflamación es por lo que es tan perjudicial la obesidad, sobre todo en mayores, debido a la alta capacidad de actividad proinflamatoria que se propia desde el tejido adiposos por la enorme cantidad de citocinas y leptinas que poseen esa función.  

Consecuencias de la atrofia tímica y de la médula 

Entre los órganos que se atrofian destacan  principalmente el  timo y en cierta manera también por la medula ósea. Como sabemos el timo, es el órgano donde maduran los linfocitos T que son el pilar fundamental de la respuesta inmune.

La atrofia que se produce del timo conduce irremediablemente a un freno en la formación de nuevos linfocito T. Esto indica que el sistema inmune de las personas mayores, carece de células jóvenes de este tipo, ya que el timo no está en pleno funcionamiento (Figura: timo y edad). Esto explica que en estas personas predominen células T envejecidas y por tanto con mala función por su escasa capacidad de aprendizaje y sobre todo de adquirir tolerancia al propio, fenómeno que se adquiere en el timo. 

La atrofia de la medula ósea es mucho menos importante que la del timo. En todo caso se deja sentir en las personas mayores en donde se observa una  disminución del número de linfocitos B que como sabemos se forman en este órgano y son los encargados de producir los anticuerpos. •Esto explica la cierta deficiencia en estos linfocito B y se deja sentir en una disminución de ciertos anticuerpos tan importantes en la defensa humoral del organismo. Como consecuencia de todo ello, la respuesta inmune de las personas ancianas se ve disminuida frente a algunos microorganismos, como por ejemplo el virus de la gripe. Este fenómeno explicaría una mayor incidencia de gripe y un mayor riesgo de muerte y de ahí la importancia de las campañas de vacunación en las personas de tercera edad, ya que está claro que la vacunación ayuda al sistema inmune en su lucha contra este virus.

Podemos decir que el ejercicio moderado posee un claro efecto reparador del deterioro del sistema inmune en personas mayores. En ello influyen sus  acciones antioxidantes, antiinflamatorias, facilitadoras de la liberación de ciertas hormonas, como la hormona  de crecimiento. De ahí que se diga que el “ejercicio es la mejor de las medicinas para las personas mayores” debido a su capacidad de fortalecer sus defensas en muchos casos gastadas y deterioradas por la edad.

 

Resumen

Así pues  podemos afirmar que la actividad física es beneficiosa en tanto que puede actuar como terapia tanto  de manera preventiva como  en cierta manera curativa frente a múltiples  enfermedades ligadas a defectos funcionales del sistema inmunológico. 

Entre ellas destacan las infecciones graves, tumores y un sinfín de enferemdades de base inflamatoria. En todas ellas, el ejercicio moderado es esencial bien fortaleciendo al sistema inmune (infecciones y cáncer) o bien corrigiendo su deriva pro-inflamatoria  en enfermedades autoinmunes, artritis reumatoide, diabetes, lupus y un largo etc.

Sabemos que de muchas de estas enfermedades no nos  podemos librar fácilmente por estar, en cierta manera, codificadas en nuestro genoma. Sin embargo, hoy sabemos que el componente genético sólo determina aproximadamente un 25% de nuestra salud, mientras que el porcentaje restante depende de los  hábitos de vida de cada persona.  De estos hábitos, el ejercicio es, probablemente, el más recomendable por su bajo coste, facilidad de realización  y por los grandes beneficios que nos ofrece su práctica. Podemos decir que la actividad física previene enfermedades que no cura peros sí las alivia. 

Por contra, el ejercicio intenso y prolongado puede mostrar efectos perjudiciales, creando deficiencias inmunológicas, cuando se realizan sin un control, monitorización y dirección por los especialistas preparados para tal fin.