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12. Filogenia del sistema inmune

 12. FILOGENIA DEL SISTEMA INMUNE HUMANO

Todos los organismos, ya sean uni- o pluri-celulares, y más o menos complejos, tienen mecanismos para defenderse de posibles ataques de patógenos y de invasiones externas. Estos mecanismos de defensa presentan diferencias significativas a lo largo de la escala filogenética, tendiendo hacia una mayor complejidad y potencia de las respuestas de defensa y hacia un reconocimiento específico de los patógenos, pero manteniendo los sistemas de defensa presentes en especies menos evolucionadas. El primer mecanismo de defensa, y el más efectivo, es el impedir la entrada de los patógenos gracias al desarrollo de barreras físicas y/o químicas.

Este tipo de barreras se encuentran en todos los seres vivos, con características peculiares dependiendo de qué organismo se trate. Así encontramos las cubiertas de las plantas, la pared en las bacterias, el exoesqueleto en los insectos, la piel en los mamíferos, etc. (Figura 1). Junto a estas barreras, los animales, tanto invertebrados como vertebrados, presentan un segundo nivel de complejidad, presentando ya un sistema inmunitario encargado de la defensa.

En el caso de los invertebrados, éstos poseen únicamente un Sistema Inmune Innato, donde participan componentes celulares (células con capacidad fagocítica), y componentes solubles o humorales. Únicamente los animales vertebrados tienen un tercer nivel de complejidad,  el denominado Sistema Inmune Adaptativo o Adquirido, gracias a que poseen linfocitos T, B y anticuerpos.


Entre sus características fundamentales, que les diferencian de los animales invertebrados, están la capacidad para reconocer de forma específica un antígeno (debido a la gran diversidad de receptores distintos en la superficie de los linfocitos T y B); la posibilidad de recordar exposiciones previas a un antígeno (memoria); y la de responder de forma más eficaz después de ponerse de nuevo en contacto con ese mismo antígeno (maduración de la respuesta inmune).

Mecanismos de defensa de las plantas

Las plantas no poseen un sistema inmunitario como los animales, pero sí que son capaces de desarrollar reacciones de defensa contra patógenos invasores. Se sabe que las plantas tienen un menor potencial de ser atacadas, dada su inmovilidad, y muchas de ellas son resistentes al ataque de muchos patógenos (son inmunes). El daño producido a la planta por agentes tales como hongos, bacterias, virus, mycoplasmas, etc, dependerá del balance entre dos fuerzas: de la resistencia natural de la planta a ese determinado patógeno y de la virulencia del mismo. Las plantas carecen de mecanismos específicos de resistencia, sin embargo como mecanismos de defensa poseenbarreras fisicoquímicas que, o bien están en la planta antes de ser atacada (preexistentes), o bien son inducidas tras el contacto con el patógeno invasor (inducidas) (Tabla 1).

Barreras Preexistentes

Las plantas presentan barreras estructurales que intentan impedir la entrada de patógenos. Entre ellas se encuentran la pared celular, lignina, cutícula, y las aperturas naturales de las plantas (estomas, lenticelas, etc.). Para superar estas barreras, los patógenos necesitan de enzimas hidrolíticos que destruyan estas barreras estructurales, así algunos producen peptinasa que afecta a la  pared celular de las plantas, otros  cutinasa que altera la cutícula, etc. Además de estas barreras, las plantas acumulan metabolitos secundarios, que en muchos casos poseen propiedades anti-microbianas, y que van a actuar en el lugar de penetración del patógeno.

Barreras Inducidas  

Tras el ataque de los patógenos a la planta, ésta pone en marcha mecanismos de respuesta local como son la lignificación, la formación de papilas, el enriquecimiento de la pared celular en glicoproteínas ricas en hidroxiprolina, o la oclusión vascular. Junto al desarrollo de estructuras locales para bloquear la entrada de los patógenos, también se acumulan sustancias alrededor del lugar de la infección, conocidas como fitoalexinas,que incluyen una gran cantidad de productos naturales, que se producen en mayor cantidad  tras la entrada de un patógeno y poseen capacidad antimicrobiana.

Además de la defensa local, la resistencia de las plantas puede extenderse hacia regiones totalmente intactas de la misma que no han sido lesionadas por el patógeno. Esta resistencia se ha denominado Sistémica Inducida o Adquirida. La respuesta tiene una duración de semanas y no es específica, ya que actúa de forma semejante para una amplia variedad de patógenos, o incluso tras lesiones mecánicas no causadas por patógenos invasores (la producción de pequeñas lesiones a las plantas ha sido utilizada por agricultores desde antiguo para inducir resistencias en las mismas frente a la invasión de diversos patógenos).

El mecanismo a través del cual las plantas reconocen a los patógenos no es del todo conocido, pero parece que componentes que se liberan durante la interacción planta-patógeno, conocidos como inductores (o “elicitors” en inglés), van a ser reconocidos por receptores presentes en la planta. La interacción con estos receptores llevará a la activación de genes de resistencia sistémica y a la síntesis de las proteínas antes comentadas denominadas proteínas de resistencia sistémica (PRS).

Mecanismos de defensa de los invertebrados

Aunque los animales invertebrados representan más del 95% de todos los animales terrestres, desde el punto de vista inmunológico son unos grandes desconocidos (Figura 2). En primer lugar, el hecho de que se hayan estudiado sólo algunos invertebrados (como algunos insectos y moluscos, por su repercusión económica y sanitaria), hace difícil establecer una norma general de cómo son los mecanismos de defensa de los animales invertebrados.

Si a este desconocimiento de sus sistemas de defensa, se asocia  la extraordinaria variedad existente dentro de los invertebrados, se hace aún más difícil realizar una extrapolación global de su comportamiento desde el punto de vista inmunológico. Sin embargo, se reconocen características esenciales compartidas por todos ellos, como son la existencia de un Sistema Inmunitario de Defensa Innata o Natural constituido por componentes celulares y humorales. Este sistema inmunitario es de acción inmediata y con mecanismos de reconocimiento del patógeno inespecíficos, llevando a cabo respuestas tales como fagocitosis, activación de la coagulación, formación de nódulos, encapsulación de patógenos, aglutinación y opsonización.

Barreras físico-químicas

Las barreras físico-químicas intentan impedir la entrada de los posibles patógenos que pueden atacar a los invertebrados y son muy variadas. Así, podemos encontrar desde barreras muy consistentes como el exoesqueleto de los artrópodos, a otras gelatinosas como las secreciones mucosas de anélidos y moluscos. Dentro de estas barreras también se engloban un conjunto de sustancias con papel en la defensa como son los péptidos antimicrobianos de los insectos (péptidos cíclicos como defensinas y drosomicina, y péptidos lineales como cecropinas, péptidos anti bacterias Gram-), quinonas, glicoproteínas con capacidad aglutinante (aglutininas), inhibidores de proteasas, etc.


Sistema inmune innato

Los mecanismos de defensa inespecíficos de los invertebrados están formados por dos componentes claramente bien diferenciados: el celular, representado por células fagocíticas (equivaldrían a los macrófagos en vertebrados), y componentes solubles o humorales.

Fagocitosis

A finales del siglo XIX, Elie Metchnikoff, zoólogo ruso, descubrió el proceso de fagocitosis en invertebrados cuando examinaba larvas de estrella de mar. Observó que introduciendo una espina de rosal en la cavidad del cuerpo de la estrella, ésta era atacada por células móviles que se acercaban a la espina e intentaban defender a la larva mediante la ingestión del invasor en un proceso de fagocitosis.

Posteriormente se demostró que la fagocitosis constituye un mecanismo fundamental mediante el cual los organismos de todo el reino animal se defienden contra las infecciones. En el caso de los animales invertebrados, presentan células con capacidad fagocítica que se conocen como Celomocitos o Hemocitos, dependiendo de si el invertebrado posee o no cavidad celómica, respectivamente.

El comportamiento de estas células es similar a la fagocitosis de los macrófagos de los vertebrados, ya que presentan procesos como quimiotaxis (aproximación al patógeno), adherencia (reconocimiento y contacto celular), ingestión (formación de un fagosoma) y digestión (activación de hidrolasas lisosomales). Además de esta capacidad fagocítica, dichas células pueden presentar otras funciones como la de ser progenitora, nutritiva, con función en el taponamiento de heridas (hemostática), etc.

Nódulos y Encapsulación. Junto a su capacidad fagocítica y su papel en el taponamiento de heridas, los hemocitos/celomocitos tienen también una participación importante en la formación de nódulos y en la  encapsulación de patógenos. Cuando se ve superada su capacidad fagocítica, bien por encontrarse los patógenos en cantidad excesiva, o por su excesivo tamaño  (en el caso de parásitos grandes), los fagocitos rodean a los patógenos para impedir su diseminación, constituyendo nódulos o encapsulándolos, respectivamente.

En ambos casos, se forma una envoltura multicelular compuesta de células adelgazadas, con una masa de células  y  patógenos secuestrados en su interior (lo que recuerda en parte a los granulomas de los vertebrados), y depósitos frecuentes de melanina. Esta melanina es generada tras la activación de la cascada de la profeniloxidasa, y tiene efectos tóxicos sobre gran parte de los parásitos que pueden afectar a los animales invertebrados.

Reconocimiento propio y no propio. Rechazo. Los animales invertebrados son capaces de diferenciar componentes propios de extraños, como se pone de manifiesto en el rechazo de tejidos, aunque no se han descrito moléculas de histocompatibilidad ni receptores específicos en estos animales. Experimentos de trasplantes realizados demuestran que en todos los invertebrados estudiados existe el rechazo xenogénico (entre individuos de distinta especie), y en muchos de ellos puede producirse también el rechazo de trasplante alogénico (entre individuos de la misma especie), excepto en los nemertinos, artrópodos y moluscos donde no se ha observado dicho rechazo.

 En algunos invertebrados (como los anélidos, nemertinos, equinodermos y tunicados) se han encontrado células que compartirían características con los linfocitos T y B (similares respuestas proliferativas a lipopolisacáridos, fitohemaglutinina y concanavalina A), que podrían participar en el rechazo de los injertos y en la citotoxicidad alogénica. Asimismo, los hemocitos/celomocitos jugarían también un papel en el rechazo de tejidos, mediando en el reconocimiento del trasplante a través de los receptores de membrana celulares antes comentados.

Experimentos realizados utilizando ciertos tunicados que pueden vivir de forma aislada o bien formando colonias, sugieren la presencia de un complejo de genes de histocompatibilidad, con múltiples alelos. Estos genes determinarán si un nuevo individuo puede ser aceptado o no en la colonia parabiótica (con individuos unidos y compartiendo funciones vasculares y nutritivas) (Figura 3).
La citotoxicidad es una forma de respuesta celular bastante extendida en el mundo animal y ha sido encontrada en la mayor parte de los invertebrados. Su función principal es la eliminación de células transformadas, y está llevada por células (hemocitos/celomocitos) que lisan de forma natural o espontánea a las células diana. Dado que su citotoxicidadno es específica, carece de memoria (es independiente de la exposición previa al antígeno), y requiere el contacto célula-célula, se asemeja mucho a la citotoxicidad realizada por las células NK (“natural killer”) de los vertebrados.

Se muestra la evolución de los órganos linfoides en los animales vertebrados. Únicamente en aves y mamíferos, animales homeotermos de sangre caliente, surgen los centros germinales.

Respuesta Humoral

Entre los factores solubles, los invertebrados no poseen elementos específicos como los anticuerpos de los animales vertebrados, pero presentan sustancias producidas en su mayoría por los hemocitos/celomocitos como son lasopsoninas (proteínas con función opsonizante y que se asemejan a las proteínas de fase aguda como la proteína C reactiva), aglutininas (sustancias como capacidad aglutinante como las lectinas),  sustancias con actividad lítica directa(hemolisinas o diversos enzimas) y factores similares a las citocinas.

En artrópodos se conocen también un gran número de péptidos con función antimicrobiana o antifúngica, como son los péptidos cíclicos y lineales. Entre los factores con capacidad lítica directa se han encontrado la lisozima en moluscos, insectos y equinodermos (capaz de hidrolizar los enlaces entre el ácido N-acetilneuramínico y la N-acetil glucosamina de la pared bacteriana). Asimismo se postula la existencia de un factor como el  C3 del complemento,  que se activaría por un mecanismo de activación alternativa.

 Se han encontrado también en invertebrados elementos de la familia de las pentraxinas similares a la proteína C reactiva, que constituyen un sistema de reconocimiento primitivo, muy conservados en la escala filogenética y que podrían suponer el ancestro de las inmunoglobulinas de los vertebrados. Estas proteínas ejercerían su acción al reconocer elementos en la cubierta celular, pudiendo interactuar con componentes del complemento y con otras moléculas inmunorreguladoras de forma semejante a como lo hacen los anticuerpos de los animales vertebrados.

Con respecto a factores con propiedades similares a las citocinas de los vertebrados, en insectos, anélidos, equinodermos y tunicados, se han encontrado sustancias que asemejan a la citocinas IL-1 y TNF de vertebrados. La IL-1 de estos invertebrados, además de compartir funciones con la existente en vertebrados, (estimulación de la proliferación de timocitos murinos), se ha observado que estimula la fagocitosis de los hemocitos, y participa en la formación de nódulos y encapsulación (favoreciendo la adhesión y agregación de los hemocitos).

Mecanismos de defensa de animales vertebrados

Existen actualmente siete clases de vertebrados vivientes (Figura 4).  Entre los menos desarrollados se encuentran losagnatos o peces sin mandíbula (ciclóstomos como la lamprea), seguidos de condrictios o peces cartilaginosos (como el tiburón) y osteíctios ó peces óseos (como la trucha). Después se encuentran los anfibios: urodelos (como la salamandra) y anuros (como las ranas); los reptiles: anápsidos (como las tortugas), euriápsidos (como las serpientes) y los archosauros (como los cocodrilos); las aves y los mamíferos (monotremas, marsupiales y placentarios).

Esta extraordinaria diversidad de animales, junto al desconocimiento que existe sobre el sistema inmunitario de cada uno de ellos, impide realizar una generalización del sistema inmunitario de los animales vertebrados. Sin embargo, los datos existentes muestran un grado de complejidad adicional al existente en los invertebrados ya que, además de presentar barreras y respuestas innatas (con gran similitud a la de los invertebrados), los vertebrados son los únicos animales que presentan una respuesta específica, tanto con componentes celulares (linfocitos T y B) como humorales(anticuerpos) (Figura 5). 

Barreras naturales

Los animales vertebrados presentan barreras físico-químicas, que al igual que el resto de seres vivos, intentan impedir la entrada de patógenos. La variedad de vertebrados que existe condiciona el tipo de barrera que se desarrolla, dependiendo de si es un pez, un anfibio, un ave, o un mamífero. Entre las barreras, la más importante es la piel que recubre la mayor parte del cuerpo del animal, revestida con escamas, con plumas, con pelos, etc.

Alrededor de los orificios naturales, también se van a constituir elementos de defensa, como son la formación de moco, el reflejo de la tos y estornudo, cilios del epitelio respiratorio, compuestos enzimáticos como la lisozima (presente en saliva y en lágrimas). Otros elementos que participan en la defensa son sustancias antimicrobianas como la espermina del semen, el establecimiento de flora microbiana intestinal, el pH ácido del estómago, etc.

Aparición de las clases de inmunoglobulinas a lo largo de la escala filogenética de los vertebrados

Sistema Inmune Innato en vertebrados

En el sistema inmune innato de vertebrados intervienen principalmente dos componentes, el celular y el humoral.

Celular inespecífico. Los animales vertebrados mantienen el sistema inmune presente en invertebrados, con células fagocíticas inespecíficas, pero incrementan la diversidad de este tipo celular, y están mejor caracterizadas. De esta manera se encuentran no sólo macrófagos, sino también neutrófilos, que van a jugar un papel fundamental también como células fagocíticas, junto a eosinófilos, basófilos y mastocitos. Junto a los macrófagos, como células fagocíticas y células presentadoras de antígeno, los vertebrados poseen otras células accesorias como son las células dendríticas interdigitantes y las células dendríticas foliculares. Dentro de la citotoxicidad natural, los animales vertebrados poseen células “natural killer” (NK).

Organización genómica de los anticuerpos en distintas especies de animales vertebrados estudiados. Al menos se han encontrado 4 formas de organización génica de los anticuerpos y receptor de la célula T.

Humoral inespecífico. Con respecto al complemento, a partir de los ciclóstomos (que sólo poseen C3 y sólo pueden activar la cascada por la vía alternativa), se han caracterizado otros factores que participan en la activación de la cascada clásica en tiburones, peces, anfibios, aves y mamíferos. Los vertebrados también poseen otras sustancias concapacidad opsonizante como las proteínas de fase aguda (proteína C reactiva), similares a las descritas en invertebrados, lectinas solubles, y gran cantidad de factores con actividad antimicrobiana.

Dentro del Sistema Inmune Innato de los vertebrados, se han caracterizado distintas familias proteicas que intervienen en el reconocimiento de patógenos, interactuando con sustancias presentes en una gran variedad de patógenos, lo que se ha  denominado como “Reconocimiento de patrones” (Tabla 2). También se han encontrado en vertebrados, sobre todo en ratones y humanos, gran cantidad de citocinas como las interleucinas y las quimiocinas, producidas en su mayoría por linfocitos y macrófagos, que participan en las respuestas inmunitarias (induciendo diferenciación celular, proliferación, inhibición, actividad quimiotáctica, etc.), y  también sobre otros sistemas (hematológicos, nervioso, endocrino).

Resumen de las características de los animales vertebrados a lo largo de la escala filogenética con lo que respecta fundamentalmente a los anticuerpos y a sus genes

Sistema Inmune Específico o Adquirido

Los vertebrados son los únicos animales que poseen el sistema inmune adquirido o específico. Excepto los agnatos (como la lamprea), el resto de animales vertebrados a partir de los peces cartilaginosos (representados por el tiburón) poseen linfocitos T, B,  expresan moléculas de clase I y II del Complejo Principal de Histocompatibilidad y producen anticuerpos.

Componente celular específico.Los animales vertebrados presentan elementos celulares más evolucionados (linfocitos T y B), con receptores específicos en su membrana, que van a permitir el reconocimiento de una gran diversidad de estructuras antigénicas, con capacidad para recordar exposiciones previas (memoria) y de responder de forma más efectiva en segundas o posteriores exposiciones al mismo antígeno (maduración de la respuesta).

filogénia sistema inmuneEvolución de órganos linfoides. La existencia de linfocitos T y B en los animales vertebrados, está  asociado con la presencia de órganos linfoides dedicados a la producción o diferenciación de estas células.

Sin embargo, aunque se encuentran tejidos y órganos linfoides en todos los vertebrados, éstos sufren una gran evolución desde los peces hasta los mamíferos, tendiendo hacia un mayor grado de complejidad. Mientras que se han encontrado agregados linfoides asociados al intestino en todos los animales vertebrados, el timo se encuentra únicamente a partir de los tiburones, y se mantiene ya a lo largo de toda la escala filogenética como órgano linfoide primario de linfocitos T.

Lo mismo ocurre con el bazo, que se encuentra en todos los animales vertebrados, excepto en los agnatos (Figura 6). Con respecto a las células progenitoras, se ha visto que se necesita una correcta estructura ósea para el desarrollo de la médula ósea y ésta no apareció hasta que los vertebrados se adaptaron al medio terrestre. Así los peces no tienen médula ósea, mientras que los anfibios tienen ya restos de tejido linfoide en sus huesos, siendo la médula ya totalmente funcional en anfibios (anuros), reptiles, aves y mamíferos.

El riñón, en la porción del pronefros o riñón anterior, se comporta como órgano linfoide primario en peces y algunos anfibios, supliendo la carencia de médula ósea y nódulos linfoides en estos animales. La médula ósea también ejerce de órgano linfoide primario de linfocitos B en gran parte de los animales vertebrados. Como excepciones se encuentran las aves, cuyo órgano linfoide primario para células B es la Bolsa de Fabricio (área especializada de tejido linfoide intestinal), y en ovejas y cerdos, donde además de la médula ósea, se han implicado a las placas de Peyer del intestino.

Como estructuras linfoides más organizadas aparecen más tarde en la escala filogenética los ganglios linfáticos,constituidos por folículos primarios de células B, rodeadas de linfocitos T. Aparecen ya bien definidos a partir de los anfibios anuros, y se encuentran en el resto de animales vertebrados, aunque con ciertas diferencias entre ellos. Mientras que los anfibios presentan linfocitos alrededor de capilares sinusoides, los reptiles tienen primitivos nódulos linfoides alrededor de grandes vasos como aorta y cava, y las aves presentan unas formaciones linfoides equivalentes a los nódulos pero que carecen de cápsula.

Únicamente en aves y mamíferos, animales homeotermos de sangre caliente, surgen los centros germinales folículos linfoides secundarios en los órganos linfoides (Figura 6). Como bacterias y virus se multiplican bien a esas temperaturas, es probable que haya sido necesario el desarrollo de una estructura que permita la eliminación más efectiva y rápida de dichos patógenos en estos animales.

En estos centros germinales se produce una correcta cooperación entre linfocitos T y B, la generación de linfocitos de memoria, y la incorporación de mutaciones en los genes de las inmunoglobulinas por un mecanismo denominadoHipermutación Somática, que incrementa la afinidad del anticuerpo por el antígeno. En la (Tabla 3) se muestra la afinidad de los anticuerpos por un antígeno específico, comparando aquellos animales vertebrados de sangre fría (con afinidad baja) con los de sangre caliente (que incrementan la afinidad de sus anticuerpos en 100 ó 1000 veces). 

Componente humoral específico.

Los animales vertebrados son los únicos animales capaces de generar anticuerpos específicos frente a una gran diversidad de patógenos. Con respecto al número y tipo de inmunoglobulinas que se encuentran en ellos, se observa una evolución hacia una mayor variedad y complejidad de los anticuerpos en la escala filogenética, siendo los mamíferos los que mayor variedad de clases de inmunoglobulinas poseen (Figura 7).

Los peces agnatos, los más primitivos en la escala filogenética, no presentan anticuerpos como los descritos para el resto de vertebrados (con dos cadenas pesadas y dos cadenas ligeras iguales dos a dos), sino que presentan anticuerpos atípicos con cadena pesada m sin puentes disulfuro (tienen enlaces tioéster), y carecen de cadena ligera. Esto también se ha descrito para algunas subclases de Igs de camélidos (camellos) que carecen también de cadena ligera.

El resto de vertebrados presentan todos ellos inmunoglobulina M, siendo en muchos de ellos la única inmunoglobulina que producen. La inmunoglobulina Y, que aparece en peces pulmonados y se mantiene en anfibios, reptiles y aves, se considera precursora de las IgE e IgG de los mamíferos por compartir algunas de sus funciones como su participación en infecciones parasitarias y en la memoria antigénica, respectivamente.

Carece de región bisagra y aparece tanto de forma íntegra como truncada (sin porción Fc). La IgA es producida por vez primera en las aves y se mantiene también en mamíferos. El mayor número de Igs diferentes aparecen ya en mamíferos, donde surgen otras clases como la IgG, la IgE y la IgD, con algunas excepciones (conejos y cerdos carecen de IgD).

Genes de Igs, del TCR y del CM

La manera en que las moléculas de inmunoglobulinas y el receptor de la célula T están codificadas por segmentos génicos, así como el tipo y estructura de estos segmentos, se encuentran conservados en los vertebrados en toda la escala filogenética. Los vertebrados (excepto los agnatos) presentan segmentos génicos V, (D), J y C, que deben de reagruparse para dar lugar finalmente al gen de la cadena pesada (Figura 8) o ligera de las inmunoglobulinas, o a cada una de las cadenas del receptor del linfocito T.

El gran salto cualitativo en la escala filogenética, con respecto a los anticuerpos y a su organización genómica, se produce en los peces cartilaginosos, donde ya aparecen los anticuerpos y el receptor del linfocito T, aunque la estructura genómica de ambos se organiza en múltiples clusters del tipo VDJC-VDJC-VDJC-  a lo largo de diversos cromosomas (Figura 8). Los reptiles parece que también tienen una organización génica de los anticuerpos en grupos, de forma similar a los tiburones.

Sin embargo, los peces óseos ya presentan una mayor diversificación de los genes variables, permitiendo un mayor repertorio de anticuerpos distintos, para posteriormente diversificarse también los genes constantes. Los peces óseos, anfibios y mamíferos presentan una distribución de los segmentos en un único cromosoma para cada una de las cadenas pesadas y ligeras de las inmunoglobulinas y para cada una de las cadenas del receptor del linfocito T. La distribución de los segmentos agrupa a los genes V, seguidos de un grupo de genes D, luego de genes J, y seguido por los segmentos constantes (V1-n, D1-n, J1-n, C). Las aves en cambio presentan un único gen V funcional y diversos pseudogenes, que  se reagrupan por el mecanismo de conversión génica para aumentar la diversidad de los anticuerpos.

El siguiente salto, que va a permitir un incremento de la afinidad de los anticuerpos, es la aparición en aves y mamíferos de centros germinales en los órganos linfoides secundarios. Los mamíferos son los animales vertebrados que presentan una mayor variedad de clases de anticuerpos distintos y los que pueden realizar mejor una adecuada maduración de las respuestas inmunitarias (Figura 9). 

Moléculas de Histocompatibilidad

Los genes que codifican las moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (CPH) se han encontrado en todos los vertebrados, sugiriendo que evolucionaron antes de la emergencia de los peces cartilaginosos. Se ha conservado la estructura básica de las moléculas del CPH, así como la organización de sus genes, tanto para las Moléculas de Histocompatibilidad de Clase I, II como para las de clase III (factores de complemento). Gen ancestral común.

El grado de conservación de la estructura en segmentos génicos V, D, J, C, en los animales vertebrados a lo largo de la escala filogenética, así como la existencia de diversas proteínas que comparten homología estructural con el dominio plegado de las inmunoglobulinas (forman parte de la “superfamilia de las inmunoglobulinas”), sugieren la existencia de un gen ancestral que pudiera dar origen a los diversos miembros de la superfamilia.

En cuanto al origen de los genes de los anticuerpos y del receptor del linfocito T, podrían haberse originado a partir de la segmentación de un exón que codificaba un único dominio V, en elementos separados V y J para dar lugar a una proteína tipo cadena ligera (Figura 10). Ésto pudo estar seguido por una segunda segmentación que originase las regiones D, y posteriores diversificaciones y participación de trasposones o mecanismos de recombinación intragénica, permitiría originar la variedad de segmentos génicos de las Igs y de los receptores de los linfocitos T.